– Siempre he pensado en lo difícil que puede resultar a veces llegar a un acuerdo entre dos posturas distintas.
Y no me refiero ya a asuntos públicos en dónde la democracia permite debatir y llegar a acuerdos.
Me refiero a la vida cotidiana en dónde las distintas posturas están adobadas con otros ingredientes que nada tienen que ver con el asunto.
Un ejemplo a la vista son la comunidades de vecinos.
Se puede discutir sobre ésta o aquella cuestión pero en el fondo laten otros asuntos como la mejor o peor situación social de cada vecino.
De si tiene mejor o peor coche, de si gana más o menos dinero y si es más o menos culto.
Y la cuestión que se discute sólo es la pantalla, la excusa y lo que realmente mueve la discusión son la mayor o menor envidia o rivalidad entre los vecinos.
Eso es una realidad y hay que vivir con ella si no queremos mantenernos al margen en nuestro mundo particular y no participar.