Perdóname no puedo levantarme, no hay nada en el mundo que pueda interesarme y cualquier labor por sencilla que parezca me parece de un tamaño tan enorme que para mi es irrealizable.
No encuentro motivos para vivir y lo único que deseo es la muerte, todo es amenaza, el mundo que percibo es agresivo hacia mi persona y no tengo fuerzas para enfrentarme a el.
No es visible para mi más que el mal, los malos instintos y en mi trabajo detrás de ésa ventanilla sólo aparecen rostros agresivos que me atacan despiadadamente, yo he atendido a reptiles que movían sus cabezas con ésos ojos agresivos deseando mi mal y así uno tras otro, yo me siento abandonado en medio de fieras despiadadas que sólo buscan mi desfallecimiento para lanzarse sobre mi y devorar mi carne a dentelladas con esos colmillos sangrientos que dejan ver mientras mueven los labios con el único fin de amenazar.
Cuando voy por las calles siento cómo fieras bípedas me miran con ojos inyectados en sangre y me amenazan y me siguen esperando mi caída, y te aseguro que me es difícil llegar a mi destino y cuando por fin entro en casa, en el hogar en la supuesta fortaleza, después de unos cortos minutos de desahogo, después de sentarme agotado comienza otra batalla, la de los sonidos y poco a poco las paredes crugen y se ollen murmullos y voces que se acercan y hablan de mi, y ésos sonidos se coordinan para atacar poco a poco más cerca poco a poco más insoportables.
Mi único refugio es el sueño, ése sueño que me aparta del mundo y me sume en los sueños, y vuelta a empezar, en los sueños aparecen los mismos ruidos los mismos gestos amenazantes y los mismos precipicios que cortan la huida.
Después de no descansar, suena el despertador y me levanto y suenan las paredes agresivas y en la calle y en el autobús esos seres y ésas caras me miran amenazantes, llegas al trabajo y los que me acompañan esperan agazapados mi caída, la soledad es absoluta.
Por éso llevo días aquí encerrado y sin contacto con nadie, ya no tengo comida pero no puedo salir, el mundo es demasiado peligroso y aquí acurrucado en el sofá trato de no oír de no ver de no sentir y poco a poco pierdo la noción del tiempo y las horas y los días no tienen sentido ni percibo su paso, el miedo me atenaza y me impide la respiración.
Ahora en éste largo pasillo veo tu imagen que se acerca y me pregunta ¿como estas? y me doy cuenta y tu te preocupaste y me sacaste de mi cárcel y te has preocupado de traerme a éste lugar y yo te miro y no se que decir porque no te he colocado claramente del lado de mis amigos, y todo es amenazante y no te contesto y tu te sientas a mi lado y me miras y coges mi mano y yo te siento pero estoy muy lejos a miles de kilometros de ti y del mundo.