-Ya se que no soy perfecto y que mi vida está llena de errores, pero nunca quise tu mal, más bien siempre traté de que tuvieras todo lo que necesitabas y por ello me esforcé.
Ahora y cuando ya me encuentro en una edad avanzada tú me reprochas todo lo que no hice, y me acusas de cosas que nunca me plantee y me culpas de todas tus carencias como si yo fuera responsable de tus fracasos.
Debes saber que tú siempre estuviste por debajo de tus hermanos, en capacidad y en personalidad, no pudiste conseguir su nivel cultural porque eras como eras, pero no me puedes culpar a mi de tus propias carencias.
Los padres no traemos al mundo hijos pensando en que serán infelices, lo hacemos lo mejor que podemos y yo a ti siempre te di lo mismo que a tus hermanos, y ahora quieres hacerme responsable de tu propia incapacidad.
Debes saber que tu fracaso me escupe a la cara mi propio fracaso como padre, y no creas que no sufro por ello y tampoco te culpo a ti, la vida a veces es así.
Ahora amargas mi vejez, debe ser parte de mi deuda con la vida, y lo siento por mi y por ti, porque no creas que te va a ser fácil dominar tu conciencia cuando yo muera.
Los niños actúan como niños, pero cuando crecen van tomando costumbres de adultos, tú eres un niño inconsciente pero con edad de adulto, y descargas sobre mí tu carga con la intención de hacerme el máximo daño posible, y lo haces ahora que he perdido a tu madre, lo que te convierte en un ser pequeño y malvado.
Sé que deseas mi muerte, con los ojos puestos en mis ahorros, y te corre prisa que muera, pero quizás te equivocas en algo que no ves ¿quién se preocupará por ti cuando yo no esté?.
Y me preocupa más tu incapacidad de plantearte ésa pregunta que la posible respuesta que des.
Hijo, yo moriré, pero tú llevas muerto demasiado tiempo como para poder vivir.