Había un hombre que se creía caracol.
Se creía caracol porque no se fiaba y tenia miedo.
Los otros humanos para él eran peligrosos.
Cuando había sol salia tímidamente y se comunicaba.
Pero a la menor sospecha de peligro se refugiaba en su caparazón.
El pobre no sabía que su débil caparazón podía ser aplastado por un simple pisotón.
Y así vivía.
Pero nunca abandonó su caparazón.
Un día paseando arrastrando su caparazón un niño corriendo y sin darse cuenta lo aplastó.
Nunca nadie lo volvió a ver.
Y nunca nadie lo echo de menos.